jueves, 13 de junio de 2013


El dolor es un profundo misterio para el ser humano. "¿Por qué?" -nos preguntamos con insistencia ante el acoso del dolor. Los científicos van descubriendo poco a poco el origen y la evolución de las enfermedades humanas y achacan el dolor a un mal funcionamiento de algún órgano del cuerpo o a un mal estado de ánimo de la persona. Pues, no podemos olvidar la existencia de dos clases de dolores, aunque vayan unidos entre sí. Existe el dolor físico -que también lo sienten los animales- y el dolor psíquico -propio de la persona y mucho más difícil de controlar que el anterior-. Pero... la contestación que puede dar la medicina referente al dolor, personalmente no nos resuelve ningún interrogante. De cara a resolverme el porqué, ¿a mí, de qué puede servirme un informe médico donde diga que mi hígado (por ejemplo) es defectuoso...? A pesar de esa contestación, seguiría preguntándome: "¿por qué?". Si acaso, cambiaría el sentido de la pregunta. Me preguntaría: ¿Y por qué mi hígado es defectuoso...? Y, suponiendo que también la medicina tuviera respuesta a esa pregunta, siempre existiría otro "por qué" ...y otro, ...y otro: ¿Y por qué precisamente el mío y no el de otro...?.
El mundo está poco preparado para el dolor. Esa es la verdad. El dolor personal siempre nos pilla desprevenidos, y para el ser humano es muy difícil -¿imposible?- aceptarlo en su totalidad. Por otra parte, vivimos -salvo excepciones- despreocupados ante el sufrimiento ajeno. Tal vez dolor y ser humano sean dos cosas incompatibles condenadas a convivir. Nos dirán en referencia al dolor que la vida es un valle de lágrimas. Y eso es cierto. Sólo lo ignoran los necios. También nos dirán que cada uno tiene su cruz. Y, con alguna discrepancia en cuanto al tamaño, también es verdad. Aunque esa es una expresión de creyentes, nadie -crea o no crea- puede negar el fondo del significado. Podría decirse lo mismo con distintas palabras. Pero... ¿ambas cosas no nos suenan a chino...?.
ierto es que el dolor lleva a preguntarse ¿por qué?, ¿por qué? y ¿por qué? hasta la saciedad. No hay contestaciones para esos interrogantes. Sólo las respuestas que podemos encontrar más allá de las estrellas -sin satisfacer nuestros deseos de hallar una razón- pueden calmar nuestra necesidad de hacer preguntas. De todas formas, esa clase de contestaciones, como el dolor mismo, son difíciles de asumir por el ser humano. Nuestra propia condición requiere respuestas palpables. Y, esas contestaciones basadas en la confianza en un Ser Supremo, se pueden creer... pero ¿razonar...? Sólo desde la fe, el dolor tiene una explicación basada más en las creencias que en la razón. Sin fe, el dolor es inadmisible para el ser humano.

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